20 feb 2010

La broma

No es que esa mañana Iván hubiera desaparecido de mi conciencia, pero había vuelto a su anterior forma abstracta.
¿A su forma abstracta? Sí: cuando Iván desapareció de mi vista tan misteriosa y cruelmente, al principio no tenía ninguna posibilidad práctica de buscarlo. Pero después (al terminar la mili), fueron pasando los meses y yo fui perdiendo el deseo de emprender la búsqueda. Me dije que Iván, por mucho que yo lo hubiese amado, por muy
único que fuese, era totalmente inseparable de la situación en la que nos habíamos encontrado y enamorado. Me pareció que es un error cuando se pretende abstraer al ser amado de todas las circunstancias en las que se le conoció y en las que vive, cuando se lo intenta, con una laboriosísima concentración interna, purificar de todo lo que no es él mismo, y por lo tanto también de la historia que junto a él se ha vivido y que forma el perfil del amor.
Lo que yo amo en un hombre no es aquello que el es en sí mismo y para sí, sino aquello con lo que se dirige hacia mí, lo que es
para mí. Lo amo como a un personaje de nuestra historia compartida.
(…)
Sí, así lo entendí, así me lo expliqué y así, a medida que pasaba mes tras mes, casi iba teniendo miedo de encontrarlo de nuevo, porque sabia que nos encontraríamos en un sitio en el que Iván ya no seria Iván y yo ya no tendría con que volver a anudar el hilo roto. Con ello no quiero decir que haya dejado de amarlo, que lo haya olvidado, que su recuerdo haya empalidecido; al contrario; permanece dentro de mí constantemente como una callada nostalgia; lo anhelaba como se anhela algo que se ha perdido definitivamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario